domingo, 11 de octubre de 2009

Debate interno

El otro día me sucedió algo muy extraño que aún gira en torno a mi cabeza. Hace un mes atrás, cuando salía de una clase de Comunicación y Cultura de la facultad de sociales, en la que hablamos y debatimos sobre aquellos pequeños pero inmensos temas como el sentido común y la criminalización de las personas, en el cruce de avenida Corrientes y Estado de Israel, junto a un grupo de compañeros, notamos que había algunos movimientos extraños en la vereda de enfrente.

Cuando pudimos identificar qué estaba pasando nos dimos cuenta que dos jóvenes habían golpeado a un señor que estaba pasando por allí. Luego de caer al suelo, llegó a la esquina y cruzó con dificultad, mientras que los adolescentes se alejaban rumbo a la calle Humahuaca. El llegar al otro lado, pidió auxilio a otro hombre que lo acompañó hasta la entrada de un edificio para asegurarse que no lo siguieran. La persona que lo acompañó regresó sobre los pasos comentando a todos los estudiantes, que observábamos atentos pero sin enteder demasiado lo que había pasado, que "al pobre hombre lo habían afanado y golpeado".

En la vereda de enfrente, los agresores (por llamarlo de alguna manera) deambulaban. Entraron a un bar-pool aludaron a alguien que estaba adentro y volvieron a salir. Entre la veintena de estudiantes que estábamos atentos a la situación, surgió la idea de llamar a la policía. Esta intención se vio masificada porque en ese momento vemos a los mismo jóvenes intentando abrir un auto a unos metros del acontecimiento anterior e inmediatamente asaltar a otro jóven.

Ahora es donde empiezo con mi problema. Entre los comentarios de llamar a la policía e "ir a buscarlos y agarrarlos personalemente" (acaso justicia por mano propia?), no pude más que detenerme a pensar un poco en las contradicciones de la situación, mezcladas con coneptos que vuelan en el pensamiento. ¿Llamar a la policía? ¿No es acaso el principal agresor del sentido común? Cuántas veces nos dijeron nuestros padres, intentá mantenerte alejado de ellos... Entonces convocar a un evento agresivo no solucionaba nada, pero ¿qué resolvía?. Justicia por mano propia: ¿Acaso estamos tan mal que las instituciones creadas para tal fin no nos representan? No lo puedo creer, pienso un polo y otro y tomo los dos como válidos y ala vez como insignificates ¿Qué hago: veo no veo, estoy acá o no? Es delito pero ¿cómo combatirlo? De repente recordé cuando el Sócrates de los diálogos de Platón estaba por entrar al Banquete con sus colegas de las ramas intelectuales y artísitcas de la Grecia antigua y se detuvo a pensar. Se quedó quieto e intentó dilucidar su inquietud, y no se movió hasta que eso sucedió.

Obviemente no me comparo eh! (Ojo) Pero es ese trabajo intelectual que a su vez no deja actuar. No se, qué es el sentido común, o mejor dicho qué tan fuerte es que no nos deja resolver una situación particular cuando lo ponemos en duda. Saberlo implicaría no generar ese proceso cognitivo de construir la realidad, pero no saberlo no dejaría como entes marinos volando por el aire.

Temas a trabajar. Sólo un pequeño planteo...

miércoles, 7 de octubre de 2009

"Pero vos no ves, porque no hay ojos acá"

La semana pasada visité junto a un grupo de colegas los pagos de la provincia de San Luis. Al estilo de un viaje de egresados de experiencias diversas, recorrimos los caminos de un lugar que para algunos parece ser la Tierra Prometida, que durante tantos años estuvieron esperando, mientras que para otros, en especial nosotros, los extranjeros, se nos presenta como un lugar indescifrable y místico.


Bajo un cielo celeste de varios días y un calor que iba y venía por el horizonte marcado entre las sierras y la nada, un suelo, dominado por los pardos y amarillos colores, aún dejaba algún lugar para la vegetación y esos verdes que tantas veces nos parecen indiferentes pero que luego de estar ausentes por mucho tiempo, nos brindan una felicidad inmensa con tan solo apoyar un pie desnudo sobre ellos.

Digamos que pudimos vivir en un cuento, pasando a la inmensidad y luego a la mínima expresión de lo real, de la simpleza a la complejidad de un mundo globalizado pero con fuertes raíces, de difícil procedencia a los ojos del forastero.

Quiero creer que lo que viví fue real, quiero sentir que hubo algo más allá y que lo que me hace escribir hoy sea algo más que la pura rutina de un trabajo diario. Gozar o no gozar de aquello que entre sueños y guerras, entre blancos y negros, supo colorear de los amarillos de Borges, de la cegera parcial, que no reseca los ojos y nos hace sentir que hay algo más, pero que también nos explica porqué queremos regresar.

Vivo buscando una respuesta a una pregunta que no me atrevo a pronunciar en voz alta, y tal vez, en la ambiguedad de estas palabras y la denotación de estas imágenes, que el lente de una cámara supo atrapar al bajar mi dedo en un simple botón, encuentre a otros en la misma situación. Bienvenido sea el camino, bienvenida sea la luz.

LkS