miércoles, 24 de agosto de 2011

Un pequeño presente para un corazón tan grande



A cada paso que doy, siempre hay algo que me recuerda a vos. Será que tu corazón fue tan grande que cuando llegó al mundo lo inundó de bondad y sencillez a tu alrededor. Será que más allá de las tempestades, fuiste el mejor protector que cualquiera pudiera pedir… pueden ser tantas cosas que es difícil explicar lo que significa encontrarte a cada momento.

Y entiendo que no se pueda volver atrás, cambiar los hechos, reordenarlos, y hacer que hoy todo sea diferente, pero no pierdo la esperanza de que el mundo, o por lo menos el mundo que me rodea, esté cargado de todo lo que fuiste.

Los años se sumarán, no quiero contarlos, el tiempo ya no pasa, la espera puede ser eterna. Pero si esperar es la eternidad, quiero que tu recuerdo sea eterno. Pero no para llorarte, como puedo hacerlo ahora, sino para fortalecer mi corazón, tomar tus enseñanzas y poder dar, como vos, ese calor y abrazo fraterno que tantas veces cura el alma.

No hay melodías ni poemas que puedan abarcarte, no hay en todo mi ser forma alguna de olvidarte.

Por eso sigo cantando, sigo soñando, sigo encontrándote, sigo de cerca tu camino y recuerdo con alegría y orgullo todo lo que fuiste.

No hay un día para recordarte, pero hoy es tu cumpleaños número 71 y mis brazos quedan muy vacíos al querer abrazarte.

Pero estoy seguro que andarás por alguna parte, iluminando a otros, inundando de amor a todos, porque hasta acá puedo sentir tu calor.

Feliz cumpleaños, abuelo. Feliz cumple, Bonicho!

martes, 9 de agosto de 2011

Ser...


Inspirado en quién sabe qué prosa, qué literatura, qué ficción, puedo ser el protagonista y el ínfimo personaje secundario de quien no se espera más que la misma indiferencia. Puedo ser esa cucaracha encerrada en un enjambre de misterios, entre falsos hombres lobo y hombres de verde; una cucaracha que sigue el camino de azúcar para no perder la vida sin saber que está limitada entre la investigación y su función.

Puedo ser quién no distingue una serie lógico-matemática de la casualidad, de la inesperada aparición de lo mágico en la vida, y se sorprende de la misma sorpresa de verse reducido a un espectador inexperto dentro de las realidades numéricas. Y sin embargo, ata cabos sueltos en una red que le da sentido a lo inexplicable, a lo indescifrable.

No se aún si quisiera ser el autor de las cucarachas, de las series policiales de la lógica del que mira tan sólo la superficie y cree caminar sobre el agua, cuando no hace más que crear balsas que no soportan ni los icebergs ni los mosquitos, pero que engañan a más de un cocodrilo.

Buscar las verdades puede no tener mucho sentido si eso no genera la verdad en uno, el cambio en las perspectivas de vivir, si no nos aparta del camino de azúcar que transformaba a ese insecto en objeto de investigación de un aburrido. Pretenderse conocedor, es lo mismo que pararse en la ignorancia de un todo complejo. No decimos la verdad, y sobre todo nos engañamos a nosotros mismos, en primer lugar, diciendo que está en la punta de nuestras narices.

Y si uno es entonces la cucaracha, el mago y el represor, no existe forma alguna de conciliar en el interior una forma que acepte las premisas investigativas de la verdad, sin por lo menos una petición de principio: la verdad existe. No se si seré la prosa, el verso, la hipertextualidad. No importan los nombres del ser o no ser, mientras que se sea en la búsqueda, en el goce de la misma, con un solo objetivo: ser.