jueves, 24 de marzo de 2011

Soplando en el viento




Respirar. A veces el aire necesita escaparse en la inmensidad y volar por los cielos sin encontrar más límite que su propia vitalidad. En esa eternidad resuena el legüero de los valles tucumanos. Mostrando su esplendor en las simples miradas de aquellos ojos que quieren ver más allá. Hacia lo místico, lo mágico, apunta el coro de la Tierra para centrar en las almas el sonido de sus venas.

Sin son las penas las que hacer que un grito rompa el aire con la claridad de la luna llena, será entonces una musa de la vida y del aprendizaje de nuestra historia. Las sombras de las luces, el viento y el silencio. El eco del alma rebotando entre las sierras. Y así se expande el pecho, se cura el alma. Se vuelca la mente hacia la inesperada quietud del tiempo. Para que el sentir se haga eterno, para que el pasar no sea lo que es, un simple hecho que sucede y que se esfuma en unos cuantos segundos fuera del tiempo.

Y el camino se muestra frente al andar del caminante, del que a cada paso piensa y repiensa que no es necesario pensar tanto. Y cuando el soplar del viento se encierra entre los muros de un cañadón de piedras, el movimiento parece tan circular como la misma efervescencia del enroscamiento. La identidad se vuelve copla, la esperanza, libertad. Aire. Hay canciones que necesitan respirar.