Mis palabras en el viento se pierden, no pueden salir de mi boca. No puedo coordinar una oración simple, no soy quien era, si es que acaso alguien era antes. La mordaza de la resignación, la censura de una pálida mirada frente a la brillante luz que me encandila sin cesar.
Miro al sol en mi reflejo. La luz me envuelve en remolinos. Quiero escapar, no ser, existir, morir, vivir, sonreír y caer en brazos de un amor que, aunque sin rostro, se vuelve lecho, pesebre, y mar.
Una ola intensa de inmensidad. Un eterno resplandor en mi cabeza. Saltar al vacío y descubrir que no estaba solo; y aún así, saber que no puedo regresar. Las alturas de un abismo incontenible de silencio, y caída libre en la memoria de lo que nunca pude percibir.
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