martes, 9 de agosto de 2011

Ser...


Inspirado en quién sabe qué prosa, qué literatura, qué ficción, puedo ser el protagonista y el ínfimo personaje secundario de quien no se espera más que la misma indiferencia. Puedo ser esa cucaracha encerrada en un enjambre de misterios, entre falsos hombres lobo y hombres de verde; una cucaracha que sigue el camino de azúcar para no perder la vida sin saber que está limitada entre la investigación y su función.

Puedo ser quién no distingue una serie lógico-matemática de la casualidad, de la inesperada aparición de lo mágico en la vida, y se sorprende de la misma sorpresa de verse reducido a un espectador inexperto dentro de las realidades numéricas. Y sin embargo, ata cabos sueltos en una red que le da sentido a lo inexplicable, a lo indescifrable.

No se aún si quisiera ser el autor de las cucarachas, de las series policiales de la lógica del que mira tan sólo la superficie y cree caminar sobre el agua, cuando no hace más que crear balsas que no soportan ni los icebergs ni los mosquitos, pero que engañan a más de un cocodrilo.

Buscar las verdades puede no tener mucho sentido si eso no genera la verdad en uno, el cambio en las perspectivas de vivir, si no nos aparta del camino de azúcar que transformaba a ese insecto en objeto de investigación de un aburrido. Pretenderse conocedor, es lo mismo que pararse en la ignorancia de un todo complejo. No decimos la verdad, y sobre todo nos engañamos a nosotros mismos, en primer lugar, diciendo que está en la punta de nuestras narices.

Y si uno es entonces la cucaracha, el mago y el represor, no existe forma alguna de conciliar en el interior una forma que acepte las premisas investigativas de la verdad, sin por lo menos una petición de principio: la verdad existe. No se si seré la prosa, el verso, la hipertextualidad. No importan los nombres del ser o no ser, mientras que se sea en la búsqueda, en el goce de la misma, con un solo objetivo: ser.

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