viernes, 23 de noviembre de 2012

La gula y las palabras




Hay momentos en que nuestra historia nos pide otras historias. Olvidar por algunos instantes -más cortos, más largos-, que estamos en este mundo y dejar volar la imaginación a través de las letras, las palabras y las brisas que salen de nuestra boca al hablarlas.

Hambre de historias. Devorador de páginas blancas, amarillentas, pequeñas, pesadas, finas, suaves, ásperas. Esos momentos en los que estamos convencidos de que no vale la pena volver, de que lo único que vale la pena ser vivido estaba en ese mundo sostenido en una hoja de papel, en la tinta envejecida de los libros (Liria Evangelista) .

Buscar un ser. Buscar un no ser. Desnudos. La magia eterna de las palabras -¿son acaso las palabras?- que nos hacen caer en un eterno sueño, en el que la realidad nos juega de suplente. Y nos sentimos polizones. Navegamos en las partes ocultas de los libros, escondidos, como eso, polizones de historias. Esas historias que se repiten en cada relectura. Mundos creados en cada pasada de ojos por las líneas del papel.

Y al volver, mirar de una manera diferente el mundo. Entender la Naturaleza y encontrar nuestro Elemento. Escribir nuestra historia, cíclica. Reescribirnos para ser, renacer. Encontrarnos mirando los ojos del siberiano que no juzga más allá de la esencia. Somos el otro, somos el uno, somos lo propio y lo ajeno, somos historias, con sus extras y protagonistas. Callamos para escuchar a las palabras. Caminamos en línea recta. Desencadenamos un relato que se vuelve sobre sí mismo, ¿para qué? Para entender que el ciclo inicia desde donde queramos mirar.

¿En qué momento de tu historia te detendrás hoy? ¿Serás un drama, una comedia? ¿Crearás tu ficción o tu realidad? Y entre hogueras, bolsas, magnolias, perfumes, entre agua salada y máquinas, entre la verdad que duele más allá de las entrañas y las mismas entrañas, te encontrarás leyendo, una vez más, tu pasar.

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