jueves, 7 de junio de 2007

Autobiografía

Hace casi veinte años que algunas cosas han cambiado. Para algunos, veinte años no es nada, pero para otros es todo un camino recorrido.
El mío, comenzó en la intersección de 10 de Mayo y 1987 de aquel pueblito dormitorio llamado Hurlingham, que en aquel entonces formaba parte del Partido de Morón, independizándose, luego, en 1994.
Nací en la Tierra del Rock que, aún hoy, alberga a importantes artistas entre los cuales puedo nombrar a los Arnedo, los Daffunchio, y recuerdos de algunos otros, como el mítico Luca Prodan.
Pero más allá de lo conocido por muchos, Hurlingham dio lugar a dos familias que instalaron sus principios en ésas tierras. La primera de ellas, los Galarza, provenientes del Norte de la provincia de Santa Fe, quienes llegaron para regar de humildad y simpleza, de esfuerzo y dedicación, de creencias y tradiciones el barrio, transmitiendo poco a poco estos valores a las siguientes generaciones familiares. Por otra parte, los Delgado, quienes trajeron consigo la intelectualidad de las cosas, el análisis de los por qué, la crítica, la ciencia y la música.
De ambas familias descendieron mis padres, Verónica y Santiago, respectivamente; quienes cruzaron sus caminos en algún momento, dando lugar a dos nuevas rutas que deberían encontrar su destino. La primera fue Jimena, mi hermana mayor y la segunda ruta, yo. Comenzamos a transitar nuestros caminos de la mano de nuestros padres, sin saber que no duraría mucho su encuentro. Fue así como la gran vía para cuatro se convirtió en senderos individuales, bifurcados, en donde aprenderíamos a vivir solos y juntos a la vez.
El sendero de mi padre definido por haber aprendido a amar en cuotas sin interés y por entregar su intelecto y experiencia a cambio de seguridad; el de mi madre, destacado por ser el bastón emocional que soporta el cambio de todos los vientos, y que no ofrece mas que todo lo que tiene para dar; el de mi hermana, definitivamente el mas cercano, casualmente poblado por muchos árboles, que me hicieron crecer a la sombra de lo que, a veces, no se debe hacer y que, otras veces, es necesario decir.
Empapado de principios y deseos ajenos a mi mismo, comencé a recoger en el camino las migajas de vida que iban dejando caer mis antecesores, como pistas de lo que me depararía el destino, sin saber, que las iba tomando como propias. A medida que avanzaba, intentaba entender qué significaban estas migajas, por qué debía juntarlas y por qué las dejaron caer.
En el camino crucé a muchos otros que me siguieron, o sin darme cuenta, a los que seguí; personas que cambiaron mi vida en muchos aspectos ayudando a la creación de nuevos senderos, personas que encendieron luces que iluminaron las noches de oscuridad y que fueron definiendo, poco a poco, mi camino.
Igualmente, creo que uno recorre varios senderos al mismo tiempo, podemos caminar en el sendero de la educación, mientras que corremos para escaparnos del sendero del miedo, y nos detenemos en el del amor, para buscar tranquilidad.
Así fue como, lentamente, fui descubriendo mejor los valores que empezaría a respetar y practicar: de repente, la música hizo que el recorrido sea más simple, la literatura lo hizo más entretenido, el amor le quitó peso, el respeto me permitió crecer y el dolor me ayudó a ver más allá. Los hechos también hicieron lo suyo: la muerte me comentó su por qué para entender mejor el vivir; la mudanzas ampliaron el campo para demostrar que no hay un solo aquí; el trabajo hizo confiar en mi mismo demostrando que, a veces, uno puede mas de lo que cree; nuevos hermanitos son el mejor ejemplo de mi historia con mi padre y, nunca por último, las personas que más cerca estuvieron y que aún están en mi camino, me siguen demostrando que no todo es como uno lo piensa, que los caminos no son únicos ni uniformes, que el destino depende, en parte, de nosotros mismos y que tenemos que aprender a ver más allá, sin el prejuicio de la indiferencia ni el rencor.
Cuando veo un poco hacia atrás en mi camino y encuentro cosas que he perdido, como personas, objetos, sentimientos y sueños, creo que, en algún lugar, fueron las decisiones que tomé, las rutas que seguí sin saber, las que hicieron que se vayan apagando o perdiendo esas luces, como melodías en fade out, como un mate que se ha lavado de tanto cebar; pero se puede subir el volumen y se puede cambiar la yerba, se puede volver hacia atrás en algunos casos, y en otros sólo podemos entender. Como dice una gran canción “no importa donde estás, si vienes o si vas, la vida es un camino, un camino para andar” sin saber cuando puede terminar y cuando nos podemos volver a equivocar.

No hay comentarios.: