sábado, 18 de septiembre de 2010

El frío me quemó el alma


¿Quién puso esta bolsa de cemento sobre mi pecho? Hoy casi fragua sobre mi a causa del llanto que pudo ser contenido, pero no por eso ignorado. Me ahogué. No pude seguir cantando, privado de mi propia voz.

Tuve que salir casi espantado por la angustia contenida en un suspiro que no fue interminable. Cortado. Necesitado de contención mental. Obviamente, fallé en mi intento por brindar cosa semejante.

Pero el sonido de una cuerda puede cambiar el mundo, mi mundo, por lo menos. Aún así, no pude escuchar, no pude hablar. Las manos en la cabeza, las piernas con ganas de patear el penal más fuerte de la historia. Los dedos entre los cabellos, rascando, buscando donde está el problema. Es mucho más profundo. ¿Qué tan profundo queda el corazón?

Entre la ciclotimia de la revolución interna de los sentimientos, queda el vaso, medio lleno, medio vacío… pero vaso, al fin. Es una especie de vivir entre las junglas húmedas y espesas, no poder mirar alrededor sin correr el riesgo de caer en el apetito voraz de uno mismo, y bajar hasta el fondo para salvarse y salir de un solo saque.

1 comentario:

Mariann dijo...

Chan... muy descriptivo.. casi invasivo... been there.

espero se te pase.