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miércoles, 14 de julio de 2010

Allá estoy. Con vos

Recomiendo darle Play al audio y luego empezar a leer el texto. Así fue como nació.


Aire. Estoy sentado en tu cerro de piedra. Mirando el esplendor de tu paisaje, mientras siento que nada falta alrededor. Vuelvo a ver. Es verdad, allí estás. Horizonte mío, ahora también sos nuestro.

Se me agrandan los pulmones de respirarte. Tan puro. Mi espejo ya no me deja verme, ahora te refleja a vos. Mi corazón se fue solo en la inmensidad de tu esplendor.

Soy sólo piedra, nada más, nada menos. Soy lo que refleja tu luz, siete colores, mi amor y la flor. Me acompaña tu viento y me abraza quien me da calor.

Caer ya no importa si estoy allá, en el lugar que me hace renacer. En donde mi alma encontró refugio, y al parecer en donde también decidió quedarse.

Voy a volver. Quiero volver. Allá estoy. Con vos. Con mi amor. Y no importa si el viento es frío, porque mi espíritu se volvió uno con tu naturaleza, y no está solo.

Miro hacia arriba y nunca termina tu inmenso horizonte, que se desvanece como una cuerda que poco a poco va dejando de sonar.

sábado, 10 de julio de 2010

Origen de la sombra

¿Guardará, acaso, el cuerpo la memoria de nuestra tierra? Escuchando el sonido del erke lejano, pero que golpea fuerte en el espíritu. Desde el Norte baja pegando fuerte en la raíz. ¿De dónde soy? ¿Quién soy? ¿Soy guitarra, viento, sonido, flor? Mi mente se pierde en la inmensidad de un buscar eterno; en la esperanza de la paz interna.

Vivo armando de soledades una yunta de felicidades armónicas, y cuido que no roben mis sueños durante mi esplendor. Cuando los astros se ven unidos, se miran, nos hablan, buscan recuperar el tiempo perdido, distraído el Hombre que dejó de verlos. Conseguir de universo si quiera una estrella como guía, una luz como faro en la oscuridad del tiempo.

Sentir que la única compañía puede ser nadie, nada, eso que se busca pero al mismo tiempo no se quiere encontrar. Volver a nacer. Crecer entre el sembradío de la tierra. Cantarle a nuestro suelo que siga protegiéndonos. Pedirle a la Luna que ilumine una vez, o que se apague para ver a las lejanas estrellas que incluso han podido desaparecer.

En la mente las luces se prenden y apagan constantemente, sólo para indicarnos el camino de la razón. No obstante, el corazón no deja de latir nunca para demostrar que algo está dejando de ser, o bien que en el olvido las bondades quedan atrás. Ese sentimiento de vacío incomprendido, que se entiende en el encuentro de lo pasado, que se presenta como futuro desconocido.

Y en el sonido del mundo, perderse sin mirar la procedencia. Girar en torno a la inmensidad del paisaje que de tan propio parece ajeno. Y que por tan lejano se hace paraíso inalcanzable. Quiero que mi imaginación no se detenga nunca a pensar en mis palabras. Sino que el fluir de un sentimiento haga que mis dedos se muevan sobre mi guitarra.