domingo, 22 de noviembre de 2009

Más allá de la ausencia


En la tranquera de entrada de un campo de las zonas aledañas a cualquier pensamiento, dos ausencias estaban sentadas conversando sobre su situación. Una de ellas, la mayor, jugaba con sus pies, moviéndolos en vaivén sobre el nivel del suelo. Mientras tanto, la menor estaba empecinada en seguir el rastro de una libélula, que anticipaba la tormenta que venía soplando del este, intentando no caerse de la cerca.

- ¿Me estás escuchando? – reclamó la primera.

- Si – afirmó la más joven - ¿pero no ves que el helicóptero quiere prevenirnos del aguacero? ¿Qué sentirías si tus intenciones de proteger a los otros no fueran escuchadas?

- Justamente de eso te estaba hablando. Todo mi vida me pregunté lo mismo ¿Acaso alguien me escuchó? Yo creo que no… y al final todos se fueron yendo y ahora estoy sentado en la tranquera pensando si todo podría haber sido diferente.

- Qué pesimista que sos. Si fuiste tan bueno entonces no estarías acá. Aparte ¿por qué hablás de esa forma, qué tiene que ver que estés sentado en la tranquera con lo que los otros hicieron de su vida? Me parece que exagerás un poco.

- No exagero. Pero todavía te faltan muchos años para entenderlo. ¿Y vos por qué estás acá?

- Nada especial, estoy buscando mi destino. Todavía no encontré mi destino pero me tomé unos días para estar conmigo mismo y pensar qué es lo que quiero hacer.

- ¿Y tuviste algún avance?

- Creo que sí. No se. Tengo dudas aún.

- ¿Y vos pensás que acá te podés encontrar a vos mismo? ¿De dónde sos?

- De la ciudad. Pero ahí hay mucha gente que te habla y te dice qué hacer. Entonces no te podés concentrar en lo que realmente querés.

- Jajaja qué gracioso eso que decís ¿Realmente pensás que en un lugar que no es el tuyo vas a encontrar algo?

- Mirá quien habla. Vos te escapaste pensando que todo lo que hiciste no sirvió de nada. Tal vez ya estás muy viejo como para poner parches a las situaciones.

- No se. Pero no necesité respuestas de joven. Hice lo que quise hacer y todo eso lo elegí. A mi destino no lo fui a buscar, lo construí a cada paso.

La conversación siguió por unas horas y la lluvia se convertía cada vez más en una realidad. Los pájaros dejaron de cantar y el aire se hizo pesado. Sobre el camino de tierra de la tranquera, las dos ausencias sintieron caer las primeras gotas frías sobre su rostro. La mayor buscó refugio en la casa más cercana, mientras que la más joven se quedó afuera esperando que algo mágico le sucediera.

Se hizo de noche. La tormenta cesó y a las horas, como debía ser, las aves cantaron nuevamente, anunciando la salida del sol. La mañana se hizo claridad. La más grande de las ausencias sonrió y fue a buscar a su compañera de tranquera, pero no la encontró. Alguien que pasaba por allí, le comentó que la vieron caminando hacia el este y se metió en el ojo de las nubes negras.

Se rumorea que en un pueblo cercano apareció alguien con una apariencia similar y que al llegar se dedicó a construir caminos y reparar las casas de los habitantes del lugar. Pero que apenas terminó con su trabajo, no quiso recibir nada a cambio y se perdió en una noche de tormenta.

- Espero que hayas encontrado tu destino – susurró en voz baja la ausencia mayor, mientras que jugaba con sus pies en la tranquera.

- Ojalá supieras que me has mostrado el camino – respondió sin saberlo la más jóven.

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