miércoles, 2 de diciembre de 2009

Un solo verso



Ha transitado el hombre por tantos siglos, intentando develar el misterio del universo, buscando respuestas en cada estrella, pidiendo al cielo, amando hasta su límite: el propio infinito de lo sideral. En cada promesa esperaba consuelo para su existencia efímera y con el correr de las agujas del tiempo, ésta cambiaba sin ser acompañada por el milagro de encontrar una respuesta, tan sólo una siquiera, en aquel que habla un lenguaje fuera de las palabras que se le imploran, el cielo, las estrellas, el universo. Y, a medida que las agujas evolucionaron, de la mano con la racionalización, el hombre encontró en ese infinito su explicación a una existencia contingente e insignificante en la inmensidad de lo universal.

¿Qué le queda entonces? ¿Qué promesas se entienden en un universo científicamente ilimitado e inalcanzablemente racional? Le queda aún el poder explicarlo, pero cómo ¿Es objetivo lo infinito, es acaso descriptible? Si así lo fuera perdería su condición de universal, de ilimitado, de inalcanzable. Entonces, desde su propia contingencia, limitada a un átomo perdido en un espacio indefinido, el humano percibe y encuentra su propio universo. Lo describe, así, desde una concepción de individuo en sociedad; se crea entonces un universo paralelo, quién sabe, sino más grande e infinito que aquel en el que se vive, porque nuestra imaginación es la que dibuja sus fronteras en cada palabra nueva, en cada narración que nos incluye en otro universo, diferente, similar, diminuto pero inmenso dentro de nosotros mismos.

Narramos la vida de seres con los que nos identificamos pero que, a su vez, no somos; les brindamos su propio universo a cada uno, con su historia, su rol, con su voz. En cada palabra, en cada ordenación de lo que queremos describir en nuestro instante de literatura, aún cuando el esclarecimiento de cada parte se escape de nuestro control, existe un infinito, develado en un contexto que incluye parte, que dibuja y desdibuja un universo de ficción y lo empapa de una realidad siempre subjetiva de nuestra propia percepción. El universo parafrasea con su unidad misma, un solo verso, el verso de todos, el verso de lo único, de la pertenencia, de la inclusión y, también, del hombre.

En cada letra una historia, en cada mente infinitos universos. En un libro cerrado, en una hoja sin leer, me pregunto, al igual que Borges ¿Dónde irán todas esas letras? Porque su mundo, su ser, se crean en cada lectura, mundos nuevos, diferentes al de la autoría original. Aunque fenomenológica y existencial, esta visión de la narración propone una realidad alternativa en la que uno no puede escapar del discurso ficcional de lo que aparenta ser real, además, quién podría llegar a imponer una realidad fuera de lo simbólico, arbitrario y convencional del lenguaje. Quien intente encerrar a la literatura en una descripción limitará, entonces, su universo, porque le pondrá barreras a su imaginación, acaso a la de los demás también. Porque la literatura es capaz de atravesar el tiempo y controlarlo, crear universos y plantearlos finitos si se quiere, hacer nacer y hacer morir, con tan sólo escribir algunas líneas en un soporte.

En la narración nos encontramos a nosotros mismos, en nuestra realidad y nuestra ficción, cualquiera que sea la diferencia entre ambas, ubicamos el mundo, las estrellas, las galaxias, el universo mismo a merced de la imaginación. Pero ésta puede ampliarse y con ello lo harán nuestras ideas, emociones, letras y palabras. Por eso, ejercitarla, tener los sentidos atentos es primordial para seguir siendo y seguir en la búsqueda de nuevas verdades, de ficción, de ilusión, de ideas, de deseos, verdades sobre nosotros mismos, sobre quienes nos rodean y sobre todas las cosas que existen o que queremos que existan.

Así, las promesas, los sentimientos de amor, los pedidos de salvación, cobrarán un sentido dentro y fuera de los propios límites que la imaginación concibe a cada momento y, cuando las agujas del tiempo no limiten al pensamiento, cada letra será una historia eterna de una memoria infinita plasmada en un escaso espacio de soporte que ocupará lugar en una biblioteca pero que se compensará con el que gana en imaginación.

Otro trabajo de Taller de Expresión I - Cs de la Comunicación Social - UBA.

3 comentarios:

Debi dijo...

Ah buenoooo, pero qué lindo texto, ahora entiendo el desconcierto de tu profesora. Querido, parece que hubieras cursado ya toda la carrera :)

Lucas Delgado dijo...

Jejeje ojalá Debi, ojalá

Muchas gracias

M.C. dijo...

Un texto exquisito caballero.