martes, 1 de diciembre de 2009

El Poeta

En ocasiones podemos decir que nos hemos perdido buscando lo inexplicable. En ocasiones, inexplicablemente, nos perdemos en la búsqueda de un qué decir. Sin embargo transitamos los caminos que nos detienen en un tiempo simultáneo de sensaciones. Somos sensibles a lo imperceptible, quién calificaría de irreal a un sentimiento, sólo por no creer en él.

Volvemos a nombrar aquello que nos da, en inseguridad y timidez, un alivio, un amor, si es que eso es un significado válido, real. Apartamos la mirada del pasar de la nostalgia, de la figura que se expresa en una lágrima, que se escapa de nuestra memoria, confusa, tardía pero memoria al fin. Sólo en la forma expresa de una melodía no codificada porque ¿es acaso traducible en símbolos nuestra existencia, legado de lo que no se entiende y no se interpreta como puro, porque escapa a la realidad y hasta a la irrealidad misma de una ficción construida en base a otra que no está escrita?

Y en el camino del entender encontramos al desesperado que, inmerso en la vaguedad de su propio concepto, ha cavado una fosa irreversible, de ingeniería desconocida hasta para sus propias y creadoras manos. Del que mira hacia el cielo buscando respuestas que se dará a sí mismo, sólo nos queda su mirada, porque su individuo se fortalece con su deseo y, con eso, su aislamiento.

El poeta es acaso un solitario, desesperado o no, convencido de que en su interior, en su verso, convive multitud, de que él es multitud. Así, en soledad, el que escribe se siente, como uno y como millones, como holístico, como atómico, en la esperanza de que el verso llevado por el viento traspase las barreras de la temporalidad en una eternidad finita de la memoria de quienes se han atrevido a escuchar, de quienes se han atrevido a detenerse sin parar en su camino, si es que el camino conduce a algún lugar, hacia algún estado, hacia algún deseo. Y en su transitar quien dice sus palabras, espera, solo, espera.

Y en el mirar de lo cósmico, de la universalidad, entiende, pero no entiende, comprende pero no comprende, vive en el cambio constante en la vida.

El poeta, que adivina, que no busca ni encuentra, sólo transmite mediante la belleza de una palabra y con el vacío que trae cada una de estas consigo, la vida misma, sin barreras, sin tiempo ni soporte, sólo el valor de su palabra y de su tierra-corazón que lo guía.



Este texto fue escrito hace ya bastante tiempo. Pero guarda similitud con los más recientes. Que raro es descubrir una línea constante en los temas que a uno le siguen preocupando.

1 comentario:

M.C. dijo...

Viste que loco y fuerte eso de redescubrir textos y redescubrirse en ellos...? Y encontrar cosas que siguen picando, que siguen ardiendo, que tal vez estuvieron algo aletargadas, algo recluidas, pero no erradicadas.