jueves, 24 de diciembre de 2009

Nowhere man


¿Nunca quisiste escapar? Estar fuera del tiempo, en otro lugar, en ningún momento particular… tal vez sólo desaparecer, como si nadie te hubiera visto nunca. Nada cambiaría, nadie sufriría. Sólo desaparecer.

No se si volver, tal vez me aburra y recuerde que lo bueno también estaba ahí. Por ejemplo, en esta época donde con unas simples esferas de colores brillantes sobre ramas blancas o verdes, y tal vez algunas luces intermitentes, fui a ver qué hacer con mis recuerdos.

Cajas y cajas de cosas que ya no recuerdo por qué las guardaba, pero allí estaban todos esos juguetes que costaban la vida conseguir, hojas y hojas de carpetas de la escuela, primaria, secundaria, de la facultad (que aún falta terminar) y de repente esas pilas de recuerdos se esfuman en un simple: ya no más.

Se fueron de mi mente, de aquel lugar en el que aún significaban algo. Sólo quedó un vacío que envolvía a cada objeto. Y así pasaban las horas… Irritante villancico del horror, de la vida sin recuerdos. ¿Cuánto vale hoy mi memoria?

Espero. Respiro. Se viene lo mismo de siempre, una vez más. Algo sin mucho qué decir ni qué hacer. Alguien baja por la chimenea, no lo veo, no lo creo, no tengo chimenea. Tal vez después decore al árbol petiso de esta casa, tal vez coloque al niño Jesús, aún indefenso en el pesebre… el ritual está, pero ¿acaso estoy con el ritual?

No quiero respirar hasta que terminen de pasar los que dejan los regalos a último momento, cuando todo se desarma y vuelve la vida a la normalidad.

Noche de paz, noche de amor. Todos duermen alrededor. Y aún no quiero despertar.

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